«El Libro Lacre» en las bibliotecas

Hace unos días me sorprendió algo en lo que no había caído hasta entonces: ¿estará mi obra disponible en las bibliotecas?
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Siempre he orientado mis desvelos literarios hacia la calidad y hacia la opinión de los lectores. En cambio, nunca había pensado en las bibliotecas y sus usuarios. Hace muchos años fui uno de ellos. Pasé tanto tiempo en la biblioteca de mi pueblo que incluso unos días, siendo poco más que un crío, la dejaron a mi cuidado durante una semana.

Hoy en día no soy tan asiduo a las bibliotecas, la mayor parte de las veces por falta de tiempo. Pero siguen teniendo en mi corazón ese encanto de lugar misterioso que me atrae como un imán hacia ellas allá donde voy. La Biblioteca Nacional, sobre la que luego volveré, es uno de los lugares más interesantes de todo Madrid y su visita una de las más memorables que guardo en mis recuerdos.

Me dedicaba antaño en las bibliotecas a esos libros que interesan a una mente joven: comics y tebeos, novelas de aventuras y misterio y luego, cosas de crecer, alguna otra salpicada por ahí de otro estilo. Todavía recuerdo los ejemplares de Astérix, Iznogud (“Quiero ser califa en lugar del califa… ¡qué bueno!) y Lucky Luke que se me rompieron de tanto usarlos; o el de Momo de Alfaguara, con un dibujo de la niña en una ciudad muy gris; o los de Alfred Hitchcock y los tres investigadores; o todos los de Roald Dahl que en la biblioteca descubrí y leí varias veces… recuerdos de viejo, supongo.

Me despisto. El caso es que nunca había pensado en aquellos que pudieran toparse con alguno de mis libros en una biblioteca. O que, en lugar de comprarlo, acudan a una en su busca. O en los responsables de una biblioteca cualquiera que, vete tú a saber por qué, un día tienen un ataque de locura y deciden que la siguiente remesa de compras incluya uno de los tomos de El Libro Lacre.

Más sobre las bibliotecas y El Libro Lacre:

Igual que me enorgulleció como no puedo contar que un ejemplar de cada uno de mis libros esté en la Biblioteca Nacional, lo anterior también me haría sentir como un niño con su primer helado. Lo primero no es mérito mío, porque allí, a la Biblioteca Nacional, va todo lo que se edita en este país. Pero lo otro sí tendría un componente más a valorar en mi alma proscrita de autor.

Luego, una vez allí, entre los anaqueles de un lugar destinado a guardar, usar y, sobre todo, disfrutar de los libros (nunca fui de los que iban a estudiar a las bibliotecas), estos libros serán compartidos, comentados, garabateados o curioseados por cientos de extraños. ¡Qué gran noticia para un escritor novel como yo!

Si tuviera que escoger entre vender cien mil libros o que los comprasen cien bibliotecas, preferiría (creo) lo segundo. Siempre bromeo diciendo que cuando gane el Nobel de Literatura ya me preocuparé de ganar dinero con los libros, pero que ahora no es lo importante. Más allá del chiste, hay gran parte de sinceridad en esas palabras. Valoro más su difusión que su venta. Al menos hoy. Mañana, ya veremos…

El caso es que mis libros han puesto un pie en el sacrosanto mundo de las bibliotecas. Al menos en una y al menos uno. La Biblioteca Central de Cantabria tiene Todos los días muere alguien en su catálogo

Me hace gracia ver que me han catalogado como autor local. No porque no lo sea, claro. Sino porque lo primero que me vino a la cabeza es que alguien había hojeado el texto y había encontrado en alguno de los paisajes de Homeria tanta similitud con alguno de Cantabria que pensó: este tío solo puede ser de aquí. Luego recordé que en la solapa se dice de dónde vengo y el gracejo se deshizo tan rápido como llegó.

Una biblioteca es lugar de tanto honor para un libro, o más, que una librería, aunque por distintas razones. En cualquier caso, figurar en una siempre es una buena noticia. Para mí, para mis lectores, para mi obra y para aquellos afortunados que se topen con ella cuando pasean buscando algo que llevarse a casa.

Espacio para los conspiranoicos: ¿Y si Revilla, después de leer mis libros como me prometió, ha movido algún hilo para que se adquiera uno de esos libros de ese barquereño tan raro que escribe tan bien en la principal biblioteca de su Cantabria? Las telarañas de las instituciones de las que tanto desconfío son tan complejas, que hasta es posible.

Gracias por el aviso, Cristina. Felices lecturas.

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Eduardo Noriega

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Natural de San Vicente de la Barquera, Cantabria, de las leonesas tierras del Órbigo y de otras partes del mundo por donde he ido dando tumbos…

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