Eduardo Mendoza, premio Princesa de Asturias de las Letras

Ya he manifestado antes aquí mi admiración por Eduardo Mendoza. Sirva la noticia de su último premio para reafirmarme en lo dicho.
250515 eduardo mendoza princesa de asturias

Ayer me despertaba con la noticia de que Eduardo Mendoza había sido galardonado con el premio Princesa de Asturias de las Letras. Estando muy lejos de la objetividad en lo que a su obra se refiere, no puedo estar, pese a todo, más de acuerdo.

No voy a criticar (en la primera acepción que tiene el diccionario de la RAE para esta palabra) su obra. Ni me creo capacitado para ello, ni es la función de esta entrada. Ni de esta página web. La idea de esta loa es más bien explicar lo que mi tocayo Mendoza y sus historias han significado para aquellas que, mejor o peor, he parido yo.

Mi bautismo mendoziano fue con «La ciudad de los prodigios». Pese al tiempo y las lecturas transcurridas desde entonces, la huella que dejó en mí permanece indeleble. Es más: aumenta con el tiempo, diría yo. Ya en aquel entonces pude adivinar la fantástica e irrepetible mezcla de humor, crítica social y profundidad en la narración de la que Mendoza lleva décadas haciendo gala.

Además, gran parte del resto de su obra está salpicada del amor a una ciudad, no exento de precisión histórica ni de la muestra de la magia y maldición humanas, esas que convierten a poco más que un pueblo en una populosa ciudad sedienta de gloria, ya sea con la excusa de una exposición universal o unas preolimpiadas invadidas por marcianos.

Si yo fuese capaz de hablar de mi tierra como él lo hace, podría morir (literariamente hablando) satisfecho.

O de hablar, simplemente. Diría que las novelas de Mendoza (reconozco sin un ápice de vergüenza que no soy tan seguidor de sus obras de teatro o sus ensayos) están escritas con una belleza y una extraña mixtura de simplicidad y elegancia decimonónica elevadas a un nivel de perfección muy difíciles de alcanzar para nadie, al nivel de los más grandes maestros de todos los tiempos.

Más sobre Eduardo Mendoza:

Personajes como aquel Onofre Bouvila (¡lo que daría yo por crear alguno con tal potencia, tanto en su ser como en la sonoridad de su nombre!) daban pábulo por sí solos a que una historia tan compleja y hechizante tuviese lugar a su alrededor. Hay libros de historias y libros de personajes. Y luego están otros, tan magníficos, que toman lo mejor de cada uno de esos tipos para gestar historias apasionantes que envuelven a personajes más apasionantes aún.

Me gustaría pensar (para esto estarán los insignes analistas literarios que estudiarán mi obra dentro de uno o dos siglos 😁) que en parte de lo que he escrito hasta ahora hay algo, siquiera una nimia menudencia, de lo que Mendoza me ha regalado. Los escasos ―aunque a veces excesivos― retazos de intentos de gracejos, sin duda provienen de su sabiduría.

No voy a extenderme más. Hablar más de un escritor que es capaz de fabricar una novela glosando la de alguien cuya vida está condicionada por su enorme capacidad flatulenta o de inventar cinco novelas protagonizadas por un detective sin mencionar su nombre sería insistir en lo ya dicho. De modo innecesario, además.

En estos días que mezclan en mi persona y mis relatos producción, espera y gestación, recordar la obra de Mendoza, con su apasionante capacidad de provocar entretenimiento y reflexión en la proporción exacta, me hacen tener la envidia más sana que nunca he padecido. Son él y sus libros lo que provocan en mí la constatación de la españolidad de la envidia, al punto de que para nosotros que algo sea envidiable es que no puede ser mejor.

Hago hoy desde este humilde púlpito, aunque Mendoza nunca lo sepa ni lo necesite, mi más sincera felicitación por el galardón y la más ferviente recomendación de su obra. Dudo que hiciera lo mismo por muchos más escritores. Mucho menos por alguno vivo aún.

Felices lecturas, más aún si son de Eduardo Mendoza.

Picture of Eduardo Noriega

Eduardo Noriega

¿Te ha gustado? ¡Compártelo!

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Telegram

Mis libros

Últimos post

Natural de San Vicente de la Barquera, Cantabria, de las leonesas tierras del Órbigo y de otras partes del mundo por donde he ido dando tumbos…

Sígueme

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad