Solo por eso, los cambios son importantes. Son interesantes. Más aún: son algo necesario.
En los libros, en los míos al menos, sucede algo parecido. No creo que las mías sean novelas de personajes sino de historias (según definición propia). Pero es innegable que cuanto más ricos sean los personajes en su definición, más compleja e interesante será el relato narrado. Por eso, mis personajes cambian. De los cambios que sufren dependen los acontecimientos. De las consecuencias de esos cambios depende, no solo su propio devenir, sino también el de sus colegas en el texto.
De lo anterior hay que deducir que, aunque uno sea alérgico a los cambios, no puede rechazarlos por principio, mucho menos cuando suceden en las páginas de un libro. Sean bienvenidos los cambios, aunque arrojen sobre todos, siempre, incertidumbre. De nosotros, personajes de nuestras propias vidas, dependerá que ese desasosiego se convierta en algo positivo.
Felices lecturas.