Vuelta al tajo

La vuelta al tajo es algo que a todos, más tarde o más temprano, nos cae en suerte.
vuelta al tajo

La excitación de asistir a un evento como la más grande Feria del Libro del país ya se ha desvanecido. De modo que toca, no hay otra, la vuelta al tajo. Este tajo no es ni el río, ni el maravilloso barranco de Ronda (que ha inspirado alguno de mis paisajes en los libros), ni un corte que cualquiera nos hayamos dado con un cuchillo. Esta vuelta al tajo es al tajo del trabajo, maldición bíblica y bendición moderna al mismo tiempo.

Lo digo en el doble sentido que, para mí, tiene. Hablo del trabajo que me paga las lentejas y del otro que me distrae de ellas, que no es otro sino el que pretendo difundir aquí.

Más sobre la vuelta al tajo:

Retornar a mi habitual ocupación de ingeniero tras las exiguas vacaciones que me regalé para disfrutar del Mozucu (aquí una muestra de lo que suele ser, aunque este año el maldito bicho haya obligado a cambiar de planes) y de la Feria del Libro ha coincidido con el arranque formal de alguna de las obras que me han tocado. Todo el mundo, aunque disimule, está nervioso. Se intenta arrancar con buen pie y no marcar el inicio de un (seguro) complejo desarrollo de los trabajos con algún error. Para eso dicen que nos preparamos… y por eso salen así de bien las obras civiles en este país.

La vuelta al trabajo de escritura me la he autoimpuesto yo mismo, único culpable. Sentía que el siguiente tomo de El Libro Lacre ya se merecía ver la luz. Lo estaba arrinconando, sobrepasado por otras cuestiones y, con lo poco que me faltaba para terminarlo (el primer manuscrito), no era de recibo no rematarlo ya. De modo que me he puesto las botas de escritor y me he lanzado a ello. Espero lograrlo antes de que finalice este mes.

Luego ya vendrá otra vuelta al tajo, a otro tajo. Es para mí mucho más tedioso y, sobre todo, desagradecido: revisar y revisar y revisar. Si no me impusiera terminar de una vez, nunca dejaría de revisar. (Casi) Siempre pienso que puedo hacerlo mejor y no sería justo conmigo mismo, ni con mis futuros lectores, si no me esforzase en que lo que saliese fuese lo óptimo. No me vale lo bueno. Ni lo muy bueno. Solo acepto, hablando de esto, lo mejor. Entre otras cosas porque, como yo siempre pensaré que lo mío es bueno, si no trabajo hasta que en mi mente sea lo mejor, la realidad puede hacerme quedar luego a la altura del betún.

Solo el lector tiene el veredicto final (y algún editor, seguro). Eso es algo que tengo meridianamente claro desde que me inicié en este mundo. Pero también tenía formada otra opinión al respecto, antes de escribir una sola línea. Como lectores, tenemos todo el derecho a exigir lo mejor y a poder juzgar cada obra según nuestro particular criterio. La más insigne de las obras maestras puede parecernos un truño y la más infecta de las mierdas una maravilla.

Nadie podrá despreciarnos por nuestra opinión, pues somos dueños absolutos de nuestra crítica. Así como el Hombre es un ser despreciable por muchas cosas que ha hecho, no lo será nunca, si se libera al mundo con respeto, por lo que estime de una obra. Nótese que no he añadido de arte, pues aún no estoy seguro de que lo mío pueda llamarse así. Unas cuantas de vuestras opiniones podrán secundar, o no, eso.

Esta anotación es, además de una vuelta al tajo, novedosa por otras cuestiones, aunque seguro que no se nota. Tal vez alguien que lea mis escritos con ansia 😊 se haya percatado de que es más largo de lo habitual. O de que el título se repite varias veces en el texto (algo que no suele gustarme: repetir palabras, ¿para qué?, con lo rico que es nuestro idioma). O de que el título tiene un número que no se sabe qué es. O que hay más enlaces con otras páginas de lo habitual.

Estos cambios vienen dados porque, como bien mandado que soy 😉, estoy tratando de convertir estas anotaciones sobre libros y mis libros en algo que a ese monstruo llamado internet le guste más. El amigo Xabi, culpable de que lo que veis en esta web esté así de ordenadito y pimpolludo, me está ayudando con esa cuestión. Y resulta que esos detallitos ayudan a la difusión de lo que aquí se escribe como el estornudo sin pañuelo ayuda al contagio de las infecciones. Misterios de la red, supongo. O chiringuitos de hoy en día. Nunca lo sabré, ni invertiré un segundo en averiguarlo: doctores tiene la Santa Madre Iglesia que os sabrán responder.

Felices lecturas.

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Eduardo Noriega

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Natural de San Vicente de la Barquera, Cantabria, de las leonesas tierras del Órbigo y de otras partes del mundo por donde he ido dando tumbos…

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