APÉNDICE 3: Sociedad – Historia – Lenguaje

El sistema feudal domina en Homeria, con un rey y varios territorios gobernados por nobles de diversa relevancia. Casi toda la población es analfabeta y sus principales ocupaciones, además de la militar, son las que se derivan del sector primario: ganadería, agricultura, minería.
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Cada territorio tiene su regente, que rinde pocas cuentas al rey, quien en teoría está un escalón por encima del resto de los nobles, aunque no se evidencia demasiado, salvo por la obligación del pago de impuestos.
Las luchas entre las familias nobles son algo normal. Hasta que saltó la chispa entre los Mongaut y los Ferrison, no había una guerra importante desde hacía muchos años, en parte por la hambruna y escasez generalizadas que cubren casi toda Homeria y que no dejan muchos recursos que destinar a pendencias. La ausencia de motivos religiosos para la lucha también colabora en esto.
Gran Caída: un meteorito cayó en el país asolando lo que en los días en que transcurre la historia se conoce como las Tierras de Nadie, creando un cráter (el cráter Kuzzkette) y provocando tal devastación que desembocó en una guerra tras la cual hubo un nuevo rey, nuevos nobles, etc. Todo cambió, pues además de la gran mortandad que causó, hubo que partir desde cero en casi todos los aspectos de la sociedad. Constituye el año cero en la cuenta del tiempo para las gentes de Homeria.
La esclavitud, si bien poco frecuente, está consentida y asumida. Los esclavos suelen ser delincuentes capturados cuyo delito se considera grave en exceso para solo un castigo físico, y demasiado leve como para ser ejecutado. En todo caso, lo decide el señor de turno, y habitualmente pesa más en esa decisión la necesidad de trabajo que tenga y la posibilidad de alimentarlo, que la falta que haya podido cometer el reo. Se permite su comercio, su liberación y su intercambio. Los hijos de esclavos son esclavos si su dueño no se manifiesta en sentido contrario. Los esclavos no se casan, solo cohabitan. No pueden salir de la propiedad de su señor sin permiso especial de este y, si lo hacen, van marcados como lo que son (con grilletes o con una banda de tela amarilla cosida a sus ropas, en las mangas), para que todo el mundo lo sepa y nunca sean ayudados en una posible fuga. Ayudar a fugarse a un esclavo está penado a su vez con esclavitud o, si el señor perjudicado no lo quiere y no encuentra comprador, con la muerte.
Una mención especial merece el Juego del Vítaro: se trata de un juego de mesa, de estrategia, extremadamente popular en toda Homeria. El tablero es una estrella en espiral en la que cada jugador parte del extremo y, según la jugada de dados, se va acercando al centro. Al llegar a él tiene posibilidad de jugar dos tiradas consecutivas, luego tres y así sucesivamente cada vez que un jugador cae en él. Hay tres círculos concéntricos con los que salir de la rama de la estrella de la que se parte una vez se pasa el segundo círculo e ir a las ramas de la estrella de los otros jugadores. Si se consigue caer en la casilla donde está otro jugador, la primera vez se anota en el registro que lleva cada jugador; la segunda, se acaba con él. El movimiento entre casillas es similar al del juego de la oca de nuestros días, con casillas de diversos tipos que imponen o permiten ciertas condiciones (un turno sin tirar, vuelta a casa, un turno protegido, avanzas el doble de la tirada siguiente, avanzas la mitad de la tirada siguiente…). Acabar con todos los demás oponentes es el fin del juego. Se llama así porque es «como la vida». Juegan sobre todo los nobles, especialmente las mujeres. La plebe lo conoce, pero no juega mucho, no tienen tiempo y las partidas se pueden alargar mucho, sobre todo cuando quedan ya pocos jugadores. Apasiona a los niños de todas las clases sociales, para los que un tablero con las fichas de vítaro es un regalo magnífico.
El texto se presenta en un lenguaje único (obviando las distintas lenguas y dialectos existentes a lo largo y ancho de Homeria) para una más sencilla comprensión de la historia y sus detalles por parte del lector. Se ha tratado de mantener el tono del lenguaje de entonces, respetando el orden gramatical, expresiones y palabras de uso común en Homeria y adaptándolos al lenguaje actual únicamente en lo estrictamente necesario.

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Eduardo Noriega

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Natural de San Vicente de la Barquera, Cantabria, de las leonesas tierras del Órbigo y de otras partes del mundo por donde he ido dando tumbos…

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