Hoy

Hoy comienzo a escribir esto como algunos días sucede a mi persona: simplemente me dejo llevar, a ver qué sale.
221120 hoy sobre concursos

Creo que ya lo he contado, pero ¿por qué no repetirlo hoy aquí? Tengo meridianamente definida la trama de mis historias antes de que la primera letra llegue a su lugar. El esquema principal y los más destacados del reparto ya existen, desde el germen y casi invariables en mi mente. Pero los detalles, las sendas…, en ocasiones van naciendo y muchas veces cambiando, a medida que el relato se desarrolla.

Sé desde el inicio si un personaje vivirá al final o si morirá. Y cuándo. Pero el modo, el con quién, el dónde, pueden variar según el humor o la imaginación de que este humilde autor disfrute el día que a la figura en cuestión le toca convertirse en símbolos puestos negro sobre blanco.

De modo que este ejercicio de hoy, no es sino un reflejo más de ese modo (incorrecto o no, nunca he pretendido dar lecciones) en que llevo adelante esta forma de vida.

Lo primero que viene a mi cabeza es la diferencia entre el mundo literario cuando se dedicaba uno a él cien años atrás y lo que sucede hoy en día. Hogaño, en la red suceden miles de cosas que uno, como autor, no siempre advierte. Si enciendo la televisión y pongo las noticias seguro que pariría otra cosa.

También podría ser acerca del día en que estamos: 20 de noviembre. ¡Cuánto podría decirse de este día!… Pero hoy, nada más, os invitaré a un pequeño desfile, con banda sonora cantada por tres gigantes, que tuvo su germen en otro afamado 20N.

Me desvío: iba a hablar del detalle de que un pequeño divertimento mío sobre el Camino de Santiago estuviera preseleccionado entre los que optaban a un modestísimo premio literario.

Escribí sobre la cuestión porque hice el Camino de Santiago hace unos años. Podría hablar mucho sobre ello, como todos los peregrinos. Baste decir que mi parte leonesa tuvo mucho que ver en esa intención, confirmada por una aventura en Navarra y trasladados luego algunos pasajes del periplo a mis libros, como no podía ser de otro modo: es toda una aventura.

Pero del hecho de que aquellas líneas tuvieran algo lejanísimamente parecido a un galardón tuve la primera noticia esta semana, aunque el anuncio sea de hace meses. Y es que luego resultó que mi entretenimiento no fue premiado, de modo que el avance de ese texto terminó ahí.

Más de lo que sucede hoy:

Pero creo que siempre está bien enterarse de cualquier éxito, por pequeño que sea. En caso contrario, puede uno incluso llegar a abandonar su pasión, por falta de resultados. No es mi caso. Tenga reconocimiento o no, venda mucho o no, continuaré dedicando largas tardes y noches de insomnio a esto, mientras siga divirtiéndome.

La única diferencia, en función del éxito, serán las horas que pueda estar ante el teclado, que redundará en cuánto tardarán en ver la luz mis creaciones. Así que ya sabéis: si queréis que mis historias lleguen antes, no tenéis más que comprarlas y extender su fama por el mundo, para que pueda vivir exclusivamente de ellas y dedicarles todo mi tiempo 😉. Aunque dudo que abandone alguna vez del todo este mundo de los números y las obras…

Estoy seguro de que esto, antes de que internet tuviera un uso medianamente extendido y se popularizara la intención y los medios de tantos millones para convertirse en escritor (y desde luego, mucho después de que se creara, allá por los sesenta), no sucedía.

Si uno presentaba su candidatura a cualquier concurso literario (esos sí existían, desde mucho antes), en primer lugar, había de enviar el manuscrito por correo físico o entregarlo en mano. O que lo entregase tu agente, si jugabas en primera división. Y segundo, sería avisado por los organizadores en caso de cualquier premio, selección o preselección.

Es como si la educación concurrencial hubiera desaparecido o se hubiera visto subsumida (¡gracias, BBT, por el recuerdo de esta palabra!) en un proceso de tal enormidad (todo el mundo, nada menos) que resulte imposible ser atento con todos.

En todo caso, el paisaje y el paisanaje de los concursos literarios es un monstruo enorme del que apenas conozco la punta de sus cuernos. Cierto es que algunos de mis primeros pasos en las letras se dieron en ese camino, pero fue más por intentar aprovechar relatos que tenía ya escritos (y sacar algún dinero, por aquel entonces para cerveza) que por dedicación o intención expresa. En los concursos de Santo Domingo de la Calzada de Santander saben bien de qué hablo.

Hoy, salvo muy honrosas excepciones con resultados diversos, no escribo para concursos. Estoy más dedicado a la historia a la que he dedicado tanto tiempo (un día haré la cuenta de cuántas horas he caminado por Homeria), hasta que tenga la forma que en mi cabeza pretendo para ella. Por ello, que desde internet, los responsables de un certamen literario me avisen o no del resultado, o de los avances del tribunal en sus deliberaciones sobre el premio, no hará que pierda ni una sola de mis escasas horas de sueño.

Solo me comprometo a una cosa: si un día resultara agraciado en alguno al que, a saber por qué enrevesado antojo, decidiese optar, sería a través de este altavoz virtual desde donde daría la noticia al mundo. Para vosotros, mis lectores.

Felices lecturas.

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Eduardo Noriega

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Natural de San Vicente de la Barquera, Cantabria, de las leonesas tierras del Órbigo y de otras partes del mundo por donde he ido dando tumbos…

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