Imagino una osa parda, la que puebla estos bosques de la Cornisa Cantábrica, aunque cualquier otra osa valdría igualmente. Vaga por el monte con sus oseznos buscando qué comer, mostrándoles ese mundo nuevo, desconocido y fascinante para ellos, instruyéndolos en lo que será su vida cuando abandonen su manta protectora. Resumiendo: siendo su madre. Tras ella, sus ositos corren despreocupados, juegan, tropiezan y se alzan de nuevo, trepan a los árboles…, sabedores de que nada malo sucederá si no se alejan de su madre. También es su mamá cuando han de abandonar el nido y les aparta de su lado, sin contemplaciones, conocedora implacable de que es lo mejor para ellos.
La osa no hace daño, y menos al hombre. De hecho, tiende a huir si ambas especies se encuentran. Entre los osos pardos, es el macho el que busca pelea, ya sea para defender su territorio o inmiscuirse en el de otro, para conseguir una hembra que traiga al mundo su prole, para lograr comida… Sin embargo, llegado el caso de que sus crías se vean amenazadas, no hay animal tan peligroso en el mundo como una osa que se interpone entre sus cachorros y quien sea que osa (permítaseme el juego de palabras) poner en riesgo su bienestar.
Las madres de Homeria, las madres del mundo, tienen algo de eso… y mucho más. Feliz día de la Madre a todas.
Felices lecturas.