APÉNDICE 5: Cuenta del tiempo

Tal y como se ha contado en el APÉNDICE 3, el inicio de la cuenta del tiempo en Homeria se hace a partir de la Gran Caída, el desplome en Homeria de un meteorito que arrasó las Tierras de Nadie e hizo que cambiase todo.

La unidad temporal más usual son los años y los ciclos, que están basados en el mundo rural, el primero que se desarrolló tras la Gran Caída. En su calendario hay seis ciclos que son, comparados con los meses que se usan en nuestro calendario:

• Diciembre – enero: ciclo Gélido.
• Febrero – marzo: ciclo Nubloso.
• Abril – mayo: ciclo Florido.
• Junio – julio: ciclo Tórrido.
• Agosto – septiembre: ciclo de la Cosecha.
• Octubre – noviembre: ciclo Senescente.

La Gran Caída fue en invierno y, como se cuentan los años desde ese punto, el año se considera que empieza en el ciclo Gélido. Cada ciclo tiene dos lunas, unidad usual también, la más parecida a nuestros meses. Las estaciones se nombran de manera similar a nuestros días, aunque su inicio y final no es el mismo: empieza el invierno en el primer día de Gélido; primavera en medio Nubloso; verano al inicio de Tórrido y otoño a medio ciclo de la Cosecha.

El cambio de año es el primer día de Gélido, que se considera el primer ciclo de cada año, lo que equivaldría al primer día de diciembre según nuestro calendario. Los años que aparecen detallados al inicio de cada capítulo están numerados según este modo de contarlos.

Las semanas, los días y las horas se cuentan de manera similar a como se hace en nuestro tiempo. El intervalo menor de tiempo que tiene reconocimiento en toda Homeria son las horas, de las que hay veinticuatro en cada día. A partir de ahí, en cada territorio se dividen estas de una manera, normalmente en fracciones (cuarto de una hora, sexto de una hora, etc.), pero sin equivalencia fija.

Este conteo del tiempo no es muy preciso. Por ello, cada cierto tiempo los magos acuerdan el reajuste de los ciclos y las estaciones, de manera similar al ajuste que se hace en nuestros días, pero sin equivalencias o razones científicas precisas.

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Eduardo Noriega

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Natural de San Vicente de la Barquera, Cantabria, de las leonesas tierras del Órbigo y de otras partes del mundo por donde he ido dando tumbos…

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