¿Elecciones en la tierra del Libro Lacre?

En estos días es casi imposible abstraerse de las elecciones, palabra tan maravillosa como detestable, según el día.
230521 elecciones-la escuela de atenas-Rafael

No es la primera vez que pienso en esto relacionado con el mundo que acabo de rematar, pero sé que algo parecido a unas elecciones sería, en Homeria, más fantástico aún que todo ese mundo o cualquiera de sus criaturas.

Al reflexionar acerca de lo que los procesos electorales significan para las sociedades que los sufren y los promueven, es inevitable hacer un poco de historia. No poseo conocimientos para escribir aquí de los procesos democráticos y su evolución histórica. Coged algún libro y seguro que podrá daros datos más ciertos que cualquiera que pudiera ofrecer yo.

Lo innegable es que, en algún momento, el género humano se dio cuenta de que podía elegir a quien quisiera que lo representara u ostentase el mando, sin atenerse sólo a las designaciones arbitrarias de Dios o los hombres. Siempre reservando el derecho de voto solamente para aquellos que fueran dignos (ya sea por edad, género, clase o situación económica), por supuesto. El resto, a verlas venir. Y si no, siempre podía instigarse alguna guerra para resolver la cuestión.

Como he escrito en alguna ocasión, la sociedad de Homeria, si a alguna conocida puede parecerse, es a la de la Europa altomedieval. Si alguien es capaz de imaginarse unas elecciones en aquella época, en aquel lugar, entonces el ejercicio de imaginación y estupidez que sigue, escrito sin pensar en nadie en concreto, seguramente le resultará tan inútil como un cenicero en una moto. Pero es que esto va de escribir.

Si hago honor a la verdad, ya hice alguna referencia a la cuestión en los libros, al hablar de la sociedad de los magos. Pero, si bien los hechiceros celebran algo parecido a un plebiscito para designar a los miembros de su Consejo Conjunto, eso no puede compararse a unas elecciones que afectan a toda la sociedad, por su inherente exclusividad. Aunque sí puede dar una idea de lo evolucionado del gremio de magos en comparación con el resto y del porqué de su lucha para extender sus usos por toda Homeria.

Supongo que, en primer lugar, habría que decidir quién puede presentarse a estas elecciones homerinas. Diría que nada más podrían ser elegibles los que ya fueran mandatarios de alguno de los territorios de Homeria. Sólo ellos tendrían influencia y fama suficiente como para ser elegidos por sus convecinos. Nadie que no lo conozca elegiría a Fulano el granjero para gobernar Otonomia, aunque sea hombre templado, inteligente y apreciado por los de su aldea. Sería como pretender ganar unas elecciones hoy en día estando las campañas de los rivales dopadas de euros o métodos ilegales para gastar en carteles, mítines, noticias falsas y demás parafernalia electoralista. Algo que nunca sucede, claro.

¿Quién votaría? Las mujeres no, obviamente, sobre todo en Zolroxpao. Quizá en el condado Mongaut, donde la condesa Mandoline intenta establecer cambios de calado, podría intentarse que votaran. Pero temo que todos los demás se echarían encima suyo como un león sobre una gacela herida. Sólo alguien como ella podría conseguir que las mujeres fuesen aceptadas como votantes.

Lo que es seguro es que nada más permitirían ser votantes a aquellos con cierto nivel de posición, de rentas o de conocimientos. Nueve de cada diez homerinos, campesinos, pescadores o artesanos, que viven al día y no saben si tendrán suficiente para comer la semana siguiente, no tienen lo que hay que tener para poder votar: cabeza. O eso pensarían quienes están al mando, los que hoy podríamos llamar Junta Electoral Central.

Por supuesto, ni viejos ni niños ni tarados. Su evidente incapacidad para algo que tiene como fin determinar quién regirá el destino de un territorio los hace, sin discusión, inválidos para tener en unas elecciones un papel que no sea el de aplaudir al vencedor.

Más sobre las elecciones en Homeria:

Veamos la campaña. No creo que existiera. Los matones de cada candidato irían pueblo por pueblo presionando a los votantes para que inclinen su voto por el único válido: el suyo. Como las elecciones de los sindicatos de la mafia, más o menos. No se prolongaría más allá de unos pocos días, algo que algunos agradeceríamos si fuera así en nuestro mundo. En Homeria no tiene sentido gastar tiempo y dinero en llegar a las aldeas apartadas, pues allí no van a dedicar ni media hora a algo que no creen que sirva para nada: los más recónditos aldeanos no votarán. No habría carteles o similares, pues cuestan tanto que no tienen sentido.

¿Mítines? Quizá. Aunque no creo que durasen mucho, por el hastío del candidato hablando a aquellos que cree que valen mucho menos que él, que no entienden la mitad de sus palabras. Lo mismo que hoy en día, pero con la desgracia de que hogaño, aunque el candidato vea en los asistentes a sus charlas poco más que papeletas con patas y poco cerebro, se empeñan en saturar las mentes del votante con sus mensajes, a lo largo de días, semanas, meses… o legislaturas completas.

¿Cómo sería el día de las elecciones? Supuesto que votan, por alguna loca conjunción de casualidades, mujeres y varones sanos, de entre doce (en Homeria la mayoría de edad anda por ahí) y cincuenta años (salvo que seas poseedor de algún predio, en cuyo caso tendrás permitido votar en unas elecciones aunque tengas cien años), no militar (ésos son sólo unos mandados) ni mago (que se ocupen de lo suyo), al final hay que votar.

El proceso sería tranquilo, sin duda, pues los puntos de voto estarían fuertemente protegidos de altercados. Con los pocos que saben leer o escribir, debería haber algún escriba en cada equivalente a mesa electoral que dejara constancia de cada voto emitido. De su honradez y entereza, algo muy dudoso en un mundo tan amenazante como Homeria, dependerá el resultado de las elecciones.

¿Y el recuento? De nuevo ha de contarse con la integridad de quien abra las urnas (serán baúles, y los votos habrían de ser piezas de madera o metal de colores varios, o con símbolos sencillos que representen a cada candidato… la falsificación no creo que fuese muy compleja), con lo que este caballero (una mujer para esto sería impensable) cobra relevancia de nuevo. En todo caso, más allá de la dificultad de llevar a cabo un escrutinio sin errores, el fantasma del pucherazo siempre estará presente. Aquel noble candidato que quiera asegurarse su elección no dudará en untar en dineros a quien ha de contar los votos, o en sangre a sus seres queridos, con tal de resultar elegido.

¿Qué haría el pueblo cuando se anunciase al vencedor? Nada de saludos en balcones a las masas enfervorecidas. Temo que la actitud de la plebe será muy parecida sea cual sea el resultado en las elecciones. Para ellos, todos los candidatos serán muy parecidos: un noble de los de siempre con las ansias de poder de siempre que, por alguna locura que no entienden, necesita de su participación más allá de las habituales obligaciones de pagar impuestos o afiliarse a sus tropas por la fuerza.

No, este humilde autor cree que será necesario algo más, quizá alguna revolución, para que este invento extraño de las elecciones, seguro que pergeñado por algún hechicero, funcione en Homeria. De lo que sucede en el resto de mundos, el nuestro incluido, no me pidan explicaciones.

Felices lecturas.

Imagen: La escuela de Atenas, Rafael.

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Eduardo Noriega

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Natural de San Vicente de la Barquera, Cantabria, de las leonesas tierras del Órbigo y de otras partes del mundo por donde he ido dando tumbos…

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