Una librería que cierra

Iba a dedicar esta entrada al premio Planeta, pero ¿para qué? Casi todo está ya dicho.
251011 librería cerrando

Más allá de dar la enhorabuena a los premiados, de no dudar porque sí de la calidad de sus obras y de declarar mi envidia (no tanto por el importe del premio como por las posibilidades de difusión de su obra abiertas desde esa noche), como persona que gusta de los datos, solamente añadiré este pequeño resumen que he preparado de los ganadores de los últimos diez años. Sí, a veces hago tonterías como esta.

AÑO

GANADOR

LIBRO

¿TRABAJABA PARA EL GRUPO PLANETA?

¿POSIBLE INFLUENCIA?

2015

Alicia Giménez Bartlett

Hombres desnudos

Su primer libro con Planeta fue en 2002 (Serpientes en el paraiso) aunque luego volvió a Destino (El silencio de los claustros, 2009)

A MEDIAS

2016

Dolores Redondo

Todo esto te daré

Antes del premio publicaba con Destino y después del premio volvió a publica con Destino

NO

2017

Javier Sierra

El fuego invisible

Publica con Planeta desde 2011 (El ángel perdido)

2018

Santiago Posteguillo

Yo, Julia

Publicaba con Planeta desde 2011 (Los asesinos del emperador)

2019

Javier Cercas

Terra Alta

Antes del premio publicaba con Random House

NO

2020

Eva García Sáenz de Urturi

Aquitania

Publica con el Grupo Planeta desde 2014 (Pasaje a Tahití, Espasa)

2021

Carmen Mola (Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero)

La Bestia

Antes del premio publicaban con Alfaguara, aunque alguno de sus miembros había publicado antes con Planeta y Antonio Mercero (Farmacia de guardia) era muy conocido en Atresmedia

A MEDIAS

2022

Luz Gabás

Lejos de Luisiana

Publicaba los libros anteriores con Planeta, desde su primera novela en 2012 (Palmeras en la nieve, que además tuvo su película con Atresmedia en 2015)

2023

Sonsoles Ónega

Las hijas de la criada

Presentadora en Antena 3 (Atresmedia). Sus novelas anteriores se publicaron también con Planeta

2024

Paloma Sánchez-Garnica

Victoria

Publica con Planeta desde 2006 (El gran arcano)

2025

Juan del Val

Vera, una historia de amor

Presentador en Antena 3 (Atresmedia) y con sus libros publicados en Espasa, del grupo Planeta, desde el primero en 2006 (Para Ana (de tu muerto))

Que cada uno piense lo que quiera. Es uno de los pocos lujos que podemos permitirnos sin interferencias de terceros.

Pero no es ese el tema del que, tras tanto tiempo agarrotado en mi concha sin publicar una entrada, quería hablar hoy.

De mis libros, pocas noticias tengo para dar a mis seguidores. Continúan en proceso de edición los dos que tengo pendientes de ver la luz. Como su padre fingido, soy quien más interesado está en presumir de mis criaturas, así que en cuanto enseñen alguna de sus patitas paginadas, os lo haré saber.

Hoy, azuzado por la visión de una de esas escenas cotidianas que nos asaltan de tanto en tanto, me apetece hablar de otra cosa: una librería. De una librería que cierra.

Era muy pronto y quien suscribe se hallaba en medio de esa tarea que muchos días es lo más gratificante del mundo y algún es un auténtico coñazo: pasear al perro. A esas horas todavía el sol no había salido. Cuando todo debería estar en silencio salvo por los carros de los barrenderos y los más modernos coches lavadores que los ayudan en su tarea, a la vuelta de una calle me topé con un exceso de actividad donde no debería haberla.

Un furgón parado en lugar indebido (en mitad de la calle), con las puertas traseras abiertas, era llenado con materiales varios, libros (supongo) y recuerdos (seguro) procedentes de la librería que, también con las puertas abiertas, ocupaba aquella esquina.

En los escaparates, donde antes había proyectos de aventuras extraordinarias o meritorias reflexiones capaces de alcanzar el papel, preparados para llamar la atención del paseante, listos para introducirse en su mente, tal vez ocupándola para siempre, a esas horas solo vi esqueletos de estanterías metálicas, vacías de libros, de regalos y de esperanzas.

Entreví también cajas de cartón semiabiertas, la mejor representación en un solo objeto de una mudanza, quizá a un lugar mejor, quizá no. Mostradores antes oferentes de ese tesoro que es un libro, yacían sin alma a la puerta del establecimiento, moribundos, vacíos, ignorantes de su destino final.

Cuando llegué a este lugar, hace ya un tiempo, tuve la impresión quizá equivocada de que dispersas por Monforte había unas cuantas librerías, más de lo que era habitual en nuestros tiempo y en nuestros lugares. No saqué la relación de librerías por habitante, que debería haber calculado para dar gusto a mi mitad de ingeniero, para no llevarme un disgusto de lo que ese parámetro mostraba para el resto del país. Así que ignoro cuánto de cierto tiene mi suposición.

El caso es que una de esas librerías estaba echando el candado. Y lo hacía a horas intempestivas de la mañana, quizá imbuido su dueño por una urbanidad poco habitual hoy día, para no molestar a sus vecinos durante el día, o quizá para no ser descubierto, oculto tras una semioscuridad, cual criminal con intenciones que ocultar. Quién sabe.

Sujetando la correa de Buk con el pie, me senté en uno de los bancos de piedra de la plaza y saqué la foto que acompaña estas letras.

Lo hice con una sola intención: atesorar una imagen furtiva de uno de los seres que más me maravilla desde siempre: una librería. Un entorno fantástico del que solo puede llevarse uno buenas sensaciones y mejores recuerdos. Que estén en peligro de extinción solamente hace más valioso este pequeño recuerdo y este aún más minúsculo homenaje.

Ignoro cuáles serán tus proyectos futuros lejos del aroma a papel gastado de los libros que tenías ocultos entre los más lejanos de tus anaqueles pero, sean cuales sean, desde mi asiento de usuario convencido te deseo, amigo librero, toda la suerte del mundo. No seré más hipócrita de lo normal: no había entrado a esa librería antes, pero sí la había admirado desde fuera. Mi librería habitual aquí es otra.

No es la primera vez que lo digo ni que lo escribo, pero a ti y a todos tus compañeros de gremio, a algunos de los cuales tengo de la suerte de contar entre mis amigos, os debo muchos de mis mejores ratos del pasado y quién sabe si alguno, desde otra perspectiva, de los del futuro.

Felices lecturas.

Imagen de Eduardo Noriega

Eduardo Noriega

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Natural de San Vicente de la Barquera, Cantabria, de las leonesas tierras del Órbigo y de otras partes del mundo por donde he ido dando tumbos…

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