Iomon Yashirin, el mago

Tuve que crear el personaje del mago Iomon Yashirin, obligado a que los magos mostraran algo más que las ínfulas de superioridad de su colega Winstez.
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Porque Iomon Yashirin es como el proletario de los magos, ése que vive alejado del boato de los hechiceros, escondido para los mortales allí en Khagak Takatún (que en el dialecto antiguo de los magos significa Ciudad Oculta), en lo más profundo de las Montañas Negras. Allí, camuflado como su ciudad, de la que nadie ajeno al gremio de los taumaturgos tiene conocimiento y vive para contarlo, reside Iomon… hasta que decide tomar parte en la Historia de Homeria.

Iomon Yashirin es, junto con Winstez, quien comanda el gobierno bicéfalo de los magos, aunque compartan tanto tiempo y espacio como el agua y el aceite. ¿Por qué? En parte porque no se tienen mucha simpatía y algo también tendrá que ver la distancia entre la Isla de los Magos y la ciudad oculta. Y porque son más diferentes que el rock y el reguetón.

Uno, Winstez, es la preeminente figura de la Hechicería que frecuenta y asesora a las casas nobles de toda Homeria y el otro, Iomon, nada más quiere que profundizar en el Conocimiento y en su Ciencia, sin necesitar nunca abandonar las frías rocas de su fortaleza.

Uno viste con ostentación, para separar su figura del resto de insignificantes mortales y el otro tiene sus ropajes a la misma altura en su escala de valores que un pedo de burra. Así es, pues Winstez exhibe una túnica de costosísima seda en color púrpura, con serpientes doradas entrelazadas en sus bocamangas, pero Iomon viste túnica violácea, sin el rastro rojizo de la de su colega, con mangas rematadas en negro, más modesta, incluso a veces recortada. Algunos aseguran haberlo visto incluso con pantalones, como un mortal cualquiera.

De hecho, una vez se revelan los magos como lo que son, Iomon pronto calzó el negro en sus vestiduras, a diferencia de Winstez, que vistió el distinguido tono purpurado por muchos más ciclos, ansioso por destacar incluso entre sus hermanos magos.

Más sobre Iomon Yashirin, el mago:

Winstez tiene el cabello negro como la noche, sin un pelo fuera de su lugar e Iomon, de tan claro y fino como es su cabello, parece que pueda romperse o desaparecer con cada soplo del viento, que permanentemente despeina al mago oculto, sin que eso sea para él motivo alguno de preocupación.

Los ojos azul profundo de Winstez tienen en Iomon el reflejo del jade más pulido, perspicaces bajo cejas pobladas y siempre airadas, siendo ambas miradas dueñas de una dureza e inflexibilidad que denotan su rango y ambiciones.

El rostro lampiño del mago Winstez tiene, durante la guerra, la imagen especular de su colega con una recortada barba rubia, que hace sentir orgullo a Iomon. Para él, un rostro lampiño está tan alejado de las severas condiciones de la guerra como un banquero lo está de las puertas del paraíso.

El caminar presuroso y tenso, casi atlético, de Iomon es en Winstez el relajado y paticojo paso, siempre alejado de cualquier prisa, que afirma gracias a un bastón su distinción y superioridad sobre el resto del mundo.

Siendo el día y la noche, entonces, ¿se parecen en algo los dos gobernantes de los magos? Por fuerza han de ser similares en algo. En su espigada y elegante figura, tan delgados que a veces parecen enfermos, en su tez pálida cual panadero tiznado de harina, en el modo en que utilizan a sus semejantes como piezas del tablero de vítaro, sin importar si caen o perviven o en el profundo dominio de su Ciencia. Iomon es tan capaz de hacer nacer fuego de sus manos y lanzarlo como quien lanza una piedra, como de hacer que el aire no llegue a sus pulmones de algún infortunado con solo un gesto.

Y, por sobre todo, ambos magos tienen en común su visión de una Homeria más ordenada, racional y gobernable si es la Magia quien guía a los hombres. Quieran o no. Es este objetivo el motor primario de sus vidas y el dueño de sus afanes, a cuyo cumplimiento dedicarán hasta su último aliento.

Como no puede ser de otro modo, ambos ansían el Libro Lacre, pues confían en sus secretos para dar forma a su causa. Es Winstez quien fue designado en su día por el Consejo del Gobierno Conjunto de los Magos para su búsqueda, por lo que Iomon, en uno de los escasísimos momentos de guasa que se permite, no duda en mofarse de su compañero ante sus sucesivos fracasos en encontrarlo.

En este último tomo, pronto descubriréis más aún de este mago misterioso y capaz, de sus secretos y habilidades, por lo que no os aguaré la fiesta con más confidencias indiscretas. De seguro que, además, mucho peor contadas aquí que en las páginas de los libros.

Mientras, os dejo con su imagen diseñada por el arte y oficio del gran Ángel Castro, magro consuelo hasta que pueda mostraros (¡a ver cuándo llega!) mi ansiado «Epílogo en sangre».

Felices lecturas.

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Eduardo Noriega

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Natural de San Vicente de la Barquera, Cantabria, de las leonesas tierras del Órbigo y de otras partes del mundo por donde he ido dando tumbos…

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